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Tu cuerpo, tu jardín: entender y detectar a tiempo el cáncer de mama

Por: Katia Aviña-Padilla y Lesly Cárdenas López
Por: Katia Aviña-Padilla y Lesly Cárdenas López

Cada 19 de octubre, el lazo rosa nos recuerda algo esencial: la detección temprana salva vidas. Hablar del cáncer de mama no tiene por qué asustarnos; puede ayudarnos a conocer mejor nuestro cuerpo y a tomar decisiones informadas. En esta nota te invitamos a mirar la mama como un jardín de rosas: una imagen sencilla que nos ayudará a entender qué es el cáncer, por qué aparece, cómo se detecta y cómo se trata.


El jardín por dentro


La mama está compuesta por lóbulos (donde se produce la leche) y conductos, los “caminos” que la transportan hacia el pezón. A su alrededor, un entramado de tejido adiposo y conectivo sostiene, nutre y protege. Imagina todo este conjunto como un jardín de rosales bien cuidados, unidos por ramas y mangueras que distribuyen el agua. En condiciones normales, las células crecen, trabajan y se renuevan siguiendo reglas precisas, igual que un jardín que respeta los ritmos de las estaciones.


¿De dónde salen las “malas hierbas”?


Con el paso del tiempo, el ADN (el material genético de nuestras células) puede acumular pequeños cambios llamados mutaciones. La mayoría son inocuas, pero algunas alteran las reglas del crecimiento celular. Es como si cayeran semillas de una mala hierba en la tierra del jardín.

Por lo general, existen “jardineros” que corrigen esos errores (biomoléculas reparadoras y el sistema inmunitario). Sin embargo, cuando estos jardineros fallan o están sobrecargados, la mala hierba puede brotar y expandirse. En el cáncer de mama, ese brote puede originarse en los conductos (carcinoma ductal) o en los lóbulos (carcinoma lobulillar)2. Algunas malezas crecen lentamente y otras son más agresivas; por eso, cada cáncer es distinto y su tratamiento debe adaptarse a cada persona.


¿Por qué la detección temprana marca la diferencia?


Encontrar la mala hierba cuando apenas asoma entre las flores cambia por completo el pronóstico. En el cuerpo, esto equivale a detectar lesiones diminutas antes de que causen síntomas. Por eso, la prevención se apoya en dos ideas esenciales:

  1. Conoce tu jardín. Familiarízate con la forma, el aspecto y las sensaciones habituales de tus mamas. Cambios como un bulto nuevo, retracción de la piel o del pezón, cambios en la textura, secreción no habitual o enrojecimiento persistente merecen consulta médica.

  2. Cuida tu rutina de revisión. Las mastografías, ultrasonidos o resonancias son como inspeccionar con lupa cada rincón del jardín. La frecuencia y el tipo de estudio dependen de tu edad, la densidad mamaria y tus antecedentes personales o familiares. Lo más seguro es preguntar a tu profesional de salud cuál es el plan adecuado para ti3.

 

 

¿Y si aparece un brote?


El tratamiento es como una caja de herramientas de jardinería. Dependiendo del tipo y etapa del cáncer, el equipo médico puede elegir una o varias herramientas:

  • Cirugía: las “tijeras” que quitan la maleza del sitio donde nació.

  • Radioterapia: “luz controlada” que evita que queden semillas invisibles.

  • Tratamientos sistémicos: llegan por toda la “tierra” del jardín para buscar semillas dispersas. Aquí entran la quimioterapia, la hormonoterapia (cuando el tumor depende de estrógenos o progesterona) y las terapias dirigidas e inmunoterapia, que actúan sobre biomoléculas específicas.

Cada combinación busca eliminar el tumor y reducir el riesgo de que regrese, equilibrando eficacia y calidad de vida. Es un trabajo planificado, con seguimiento periódico y apoyo integral4.


Factores que influyen en el jardín


Algunos factores pueden favorecer la aparición de una mala hierba: la edad, ciertos antecedentes familiares o mutaciones hereditarias (como las del gen BRCA1/2), así como los factores hormonales y de estilo de vida.

No se trata de culpa, sino de conocimiento: entender el terreno permite planear mejor los cuidados. Aun así, la mayoría de los cánceres de mama se presentan en personas sin antecedentes familiares, lo que recuerda que la vigilancia y las revisiones adecuadas son esenciales para todas5.


Mitos comunes, respuestas claras


Un mito frecuente dice: “Si no duele, no es cáncer”. En realidad, muchos cánceres de mama no causan dolor en sus primeras etapas; la ausencia de molestia no significa que todo esté bien. Otro mito habitual afirma: “Solo aparece si alguien en mi familia lo tuvo”. La mayoría de los casos ocurren en personas sin antecedentes familiares. Y uno más: “Si me siento bien, no necesito estudios”. Justo lo contrario: la detección temprana se basa en descubrir lo que todavía no se siente.


Cuidar el jardín todos los días


Más allá de los estudios, hay hábitos que favorecen la salud general: mantener una actividad física regular, no fumar, moderar el consumo de alcohol y priorizar una alimentación equilibrada. No son “escudos” perfectos, ya que el cáncer es multifactorial, pero sí contribuyen a un terreno menos propicio para las malas hierbas y a fortalecer el cuerpo si se requiere tratamiento.


Acompañarnos también es salud


El cáncer de mama no es solo una cuestión biológica: impacta las emociones, la vida cotidiana y las relaciones. Buscar redes de apoyo, hablar con el equipo de salud, preguntar y resolver dudas también forma parte del cuidado. Cada persona vive el proceso a su manera; no estás sola. En este 19 de octubre, el lazo rosa es una invitación a mirar nuestro jardín con cariño, a acudir a orientación profesional y a acompañar con empatía a quienes lo necesiten.


Referencias Bibliográficas

·         Flores-Luna, L., Salazar-Martínez, E., Duarte-Torres, R. M., Torres-Mejía, G., Alonso-Ruiz, P., & Lazcano-Ponce, E. (2008). Factores pronósticos relacionados con la supervivencia del cáncer de mama. Salud Pública de México, 50(2), 119–125.

·         De Jesús, S. B. M., Pedro, S. F., Elisa, A. R. Z., Javier, S. S. P., Maylé, S. S., De Jesús, S. B. M., Pedro, S. F., Elisa, A. R. Z., Javier, S. S. P., & Maylé, S. S. (2022.). Una mirada al cáncer desde la perspectiva molecular. http://scielo.sld.cu/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S2221-24342022000200208 

·         Isaac, C. S. C., Ariel, L. S. M., Josué, L. S. C., Melissa, G. S. A., Dayana, G. M. C., Nahomi, L. B. A., Isaac, C. S. C., Ariel, L. S. M., Josué, L. S. C., Melissa, G. S. A., Dayana, G. M. C., & Nahomi, L. B. A. (2024). Cáncer de Mama: prevalencia, factores de riesgo y signos en la población. ve.scielo.org. https://doi.org/10.5281/zenodo.10612175 

·         Calderón del Valle, S. A., & Gallón Villegas, L. J. (2012). Cáncer de mama asociado a mutaciones genéticas de los BRCA 1 y 2. Revista CES Medicina, 26(2), 185–199

·         Harbeck, N., Penault-Llorca, F., Cortés, J., Gnant, M., Houssami, N., Poortmans, P., Ruddy, K., Tsang, J., & Cardoso, F. (2019). Breast cancer. Nature Reviews Disease Primers, 5, Article 66. https://doi.org/10.1038/s41572-019-0111-2


 
 
 

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