Miradas y recuerdos
¿Qué somos sino un eco?, por siempre quedó en ellos esa noción. Era día de fiesta, antes de sus finales, del final del amor y más delante de sus vidas. ¿Qué somos aquí mientras estamos juntos?, pensaron al verse por última vez. Un recuerdo vivo, anhelo, añoranza, lo que fue para jamás volver. El sueño, la imagen, perpetuados en el afecto y en esa muerte momentánea, esa muerte que todos y todo atraviesan a cada segundo, ese pasar de un estado a otro, del segundo al otro segundo, así como de los seres transformándose una y otra vez. Fueron vivos que, por un momento, ansiaron morir en ese mismo instante, para un perfecto final. Más la perfección no existe, los cuerpos y lugares se desvanecen, las partículas se dispersan, y lo que estuvo unido tiende a separarse. La fuerza del eros que une todas las cosas, concluido en Tánatos. Cuando las personas se tocan para después separarse, el beso que haya su final, el tacto cálido que se torna frío. El amor florece, al final se marchita. Siempre ligados, siempre abrazados, el amor y la muerte dan lugar al tiempo, y es el tiempo mismo el que los hace andar.
Y así, en un lugar fuera de andanzas, o a donde todas ellas llegaban, se despidieron por toda la eternidad. La mirada, del uno y del otro, del otro y el mismo, sin saber del porvenir, en el eterno presente de los ojos que se encuentran, se ausentan del resto del mundo en el instante que siempre ha de morir.
Escritor Antonio Arjona Huelgas
Fotografía David Lara Ramírez
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