¿Por qué la gente protesta?
- Biophylia et al
- 12 may
- 3 Min. de lectura
Erick Alfonso Galán Castro[1]

Tal vez hayas escuchado con frecuencia sobre la gente que protesta por alguna causa. Es probable que hayas visto las noticias y percibas que estamos en un momento peculiar: tan solo en nuestro país se demanda que las grandes empresas dejen de contaminar el ambiente para evitar el calentamiento global, así como también por el derecho de las mujeres a una vida libre de violencia, por justicia para madres y padres de personas desaparecidas, por una jornada laboral de 40 horas a la semana, entre muchas otras demandas que puedes oír en las noticias.
Tal vez pienses que esto es una situación novedosa, pero no es así. De hecho, la gente protesta desde el inicio de la vida social humana. Un pensador del siglo XIX, Karl Marx, decía que,
desde que el ser humano aprendió que podía modificar la naturaleza y usarla a su favor, sea para hacer instrumentos para su propio beneficio, o para intercambiarlos con otras personas a cambio de otros bienes, tuvo como consecuencia que hubiera una idea de que no todos pueden acceder al poder de facilitar nuestra relación con la naturaleza.
A partir de ahí nace lo que llamamos desigualdad. Y con esta desigualdad, sobrevino también el reparto injusto del poder: quienes pudieron aprovechar la fuerza de los animales para el cultivo, por ejemplo, producían más y mejores cosechas que quienes cultivaban solamente con sus propias manos.
Conforme pasó el tiempo, esas diferencias entre quienes podían acceder a los medios para cambiar aquellas cosas que la naturaleza nos da, y hacerla un bien que podemos aprovechar lo que Marx llama “el paso de la materia prima a la mercancía”, generó dos clases de personas: aquellos que tenían los medios para facilitarse esa transformación, y los que no los poseían. Así, hubo quienes poseían las tierras, y quienes solo poseían sus manos para trabajarlas, o quienes eran dueños de fábricas y maquinarias, y quienes las echaban a andar para producir. Los primeros, ofrecían mucho menos beneficios a los segundos, porque decían que “ya bastante hacían con generar trabajo” para las personas menos favorecidas. Sin embargo, como dijo el pensador francés, Michel Foucault: “Donde hay poder, hay resistencia”. Se formaron revueltas de campesinos, sindicatos, y así las personas trabajadoras se dieron cuenta que podían demandar más derechos si lo hacían en conjunto, nunca en solitario.
Pero el acto de protestar no es algo lejano a ti, ni algo que tú no puedas hacer. Te pondré un ejemplo: un día, en tu escuela, un profesor o profesora les dice que todos van a reprobar, y cuando tú y tus compañeros piden una explicación de la decisión que tomó, no les explica nada claro, e incluso, les advierte con imponerles un castigo o enviarles a la dirección por “desobedecer”. ¿Te parece justo? ¿Qué piensas de una situación así? ¿Cómo te haría sentir? ¿Qué se debe hacer? ¿Lo harías solo?
Las protestas son una herramienta social que tiene varios usos: evidencia que hay acciones o situaciones desarrolladas por unas personas que afectan, excluyen o someten, a otras personas; también, crean actos con los cuales ese mensaje es expresado a todas las personas que puedan escucharlo; agrupan a diferentes personas afectadas por una misma situación, y les permite actuar acompañadas entre sí; y finalmente, proponen alternativas posibles para solucionar los problemas que denuncian.
Como te comentaba al principio, en el mundo están sucediendo muchas situaciones que generan exclusión, desigualdad, injusticia. Gracias a que la gente ha encontrado en las protestas una gran utilidad para pedir mejores condiciones de vida, nos podemos dar cuenta que otra forma de vivir es posible, que merecemos más y mejores derechos, pero que estos derechos no son un regalo ni algo ya dado. Ante este escenario, en el que sigue habiendo desigualdad, violencia, injusticias, falta de acceso de muchos sectores sociales a la toma de decisiones sobre sus propias condiciones de vida, la protesta social sigue y seguirá siendo una forma en la que nuestro mundo será diferente. Tal vez, mejor del que nos está tocando vivir, o por lo menos, más conscientes de que todos estos males no son naturales y necesarios.
[1] Investigador SECIHTI Comisionado al Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales de la Universidad Veracruzana.
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